¿El civismo se ha convertido en una moneda rara?

Ayer me encontré con un dilema moral mientras iba a tirar la basura.

Por cierto, ¿qué es el civismo?

Creo que cada uno de nosotros puede tener en su interior una idea general de lo que puede ser. Nuestras vivencias, nuestra educación y seguramente nuestra zona geográfica pueden determinar el grado de civismo que tenemos.

Cuando era adolescente pensaba que el civismo nos lo enseñaban, solo, nuestros padres. Seguramente esta es la base, pero no lo es todo. La formación que nosotros mismos adquirimos y la experiencia que añadimos a nuestra mochila también son determinantes.

Si buscas en Google “civismo” te saldrá:

  1. Comportamiento de la persona que cumple con sus deberes de ciudadano, respeta las leyes y contribuye así al funcionamiento correcto de la sociedad y al bienestar de los demás miembros de la comunidad.
  2. Preocupación y cuidado por las instituciones e intereses de una nación.

Ayer me encontré con un dilema moral mientras iba a tirar la basura.

Eran las ocho y media de la mañana. Había acabado mi rutina de workout y me había dirigido a la cocina para desayunar con mi padre. Allí encontré una bolsa de basura orgánica y otra con botellas de plástico aplastadas, listas para ir a los contenedores. Ante una mañana de espléndido sol, decidí cogerlas y dar un paseo para tirarlas.

Mientras estaba bajando, me encontré con algo extraño e inusual por la carretera. Una cuba de hormigón había perdido unos buenos chorros de su cargamento derramándolo por la calle. Eso, desde luego, no era habitual en la calle principal de nuestra urbanización. Tampoco lo era que yo pasara tan pronto por allí. El destino quiso que lo viera. Esos chorros de hormigón fresco encima del asfalto eran un obstáculo para los motoristas e incluso podían hacerlos caer. Valorando esa posibilidad cogí una pala y me apresuré a quitar todo el hormigón fresco de la calzada. Las personas que pasaban en coche me miraban como si hubiese sido yo quien lo hubiera derramado y después lo estuviera quitando. A mí, en realidad, me daba igual. Lo que prevalecía era la preocupación de que alguien pudiese pasar por allí y hacerse daño.

¿Cuántas veces pasamos por delante de algo que podríamos arreglar y no lo hacemos?

¿Cuántas veces nuestra responsabilidad ciudadana debería prevalecer sobre nuestro ego para arreglar lo que tenemos enfrente?

Pero sobre todo, la gran pregunta es: si pasamos delante de algo o presenciamos una situación y miramos con las gafas de la responsabilidad cívica que en teoría tenemos, ¿somos cómplices de lo que vemos cuando no nos hacemos cargo de resolverlo?

En muchas ocasiones, cuando voy por la calle, pienso: ¿si en esta situación estuviera involucrada una persona querida, cómo actuaría?

Te lo digo de otra forma. Imagínate que una señora va por la calle y tropieza o bien necesita ayuda de cualquier tipo. Si fuera tu madre, ¿te gustaría que alguien la ayudase?

Como consecuencia, si yo me encuentro a una mujer con dificultades, ¿le gustaría a su hijo que yo la ayudara?

Es una reflexión que lanzo como todas las preguntas de esta semana.

Entonces:

Civismo es quitar la nieve, aunque no esté en tu parcela.

Civismo no es mirar hacia otro lado cuando encuentras problemas comunes en tu día a día.

Civismo es ayudar a personas que podrían ser tu madre o incluso tú en un futuro.

Me gustaría cerrar el artículo de esta semana con una reflexión, con una frase de Gandhi que me apasiona. Creo que todos deberíamos tenerla escrita en la puerta de nuestra casa para verla antes de salir, o en nuestro móvil, o en el salpicadero del coche y seguramente en muchos más sitios para recordárnosla.

Sé tú el cambio que quieres ver en el mundo.

Ghandhi